El sobresaliente de María
Aprobar una
asignatura suele implicar mucho de esfuerzo y algo de suerte. Más esfuerzo y
más suerte requiere alcanzar notas más elevadas. Sin embargo, esfuerzo y suerte
van de la mano. Con la suerte, solamente, no se saca adelante casi nada, porque
por mucho que nos caiga un examen sencillo, si no hay estudio detrás poco se
puede hacer. Además, es falso que haya exámenes sencillos, pues si se preguntan
cosas básicas el margen tolerable de error es mucho más bajo que si se plantean
cuestiones más complejas. Por otra parte, el esfuerzo abre las puertas de la
suerte, es decir, amplía las posibilidades de que nos sintamos afortunados con
lo que se ha preguntado, por la sencilla razón de que habíamos comprado muchas
papeletas a la luz del flexo.
Vamos
a centrarnos en el esfuerzo, entonces, que es la clave del éxito. Hay personas
que parece que no se esfuerzan y sacan notas estupendas. Es mentira. Lo que
ocurre es que a algunas personas no les cuesta trabajo esforzarse porque lo
hacen con naturalidad, pero todo el que saca una buena nota sin hacer trampas -también
hablaré de las trampas- ha invertido una serie de horas en la preparación del
examen. Claro que, a quien cuesta poco esforzarse le hacen falta menos horas. Ese
tipo de alumno sabe organizarse, no pierde tiempo en las redes cuando está
trabajando y su tarea se concentra ordenadamente en una parte de la jornada.
Suele tener tres armas poderosas: un reloj para planificar su rutina, un
calendario para distribuir su trabajo en el tiempo y unas zapatillas de
deporte.
Una
asignatura cuatrimestral requiere un esfuerzo intenso. Es verdad que son más
cortas que las anuales, pero el estudiante apenas tiene tiempo para calentar la
silla cuando ya tiene encima las prácticas y, a la vuelta de la esquina, el
examen. Por eso es importante ser consciente de la rentabilidad de estudiar
desde el principio del curso. No es lo mismo dedicar ochenta horas, por
ejemplo, en cuatro meses, que meter esas horas en cuatro días. A veces es la
diferencia entre el sobresaliente y el suspenso. Quien ha trabajado con orden
llega mucho más descansado y va a tener más suerte que el que llega sin dormir.
A algunos ha habido que sacar del aula tras haber estado toda la noche
estudiando y tomando bebidas energéticas.
Otro
asunto es el de los materiales con los que se estudia. Cuanto más ajeno sea el
material más cerca se está del suspenso. Calzo un 43 y me gustan los zapatos
cerrados, sin cordones, los de deporte los prefiero blandos y del 44. Me cuesta
trabajo tirarlos cuando están viejos y los cuido mucho. Si me pongo los zapatos
de otra persona, por sabia que sea, me van a doler los pies, seguro. Si quiero
hacer el Camino de Santiago, que es como un buen examen, más vale que lleve mi
propio calzado usado y no las botas de alguien que lo hizo hace un par de años.
“María ha sacado un nueve con estos apuntes, toma”. Muy bien, pero por mucho
que estudies no sacarás más de un siete con los apuntes de María. Para sacar un
nueve, como ella, hay que hacer el mismo esfuerzo que hizo María. Bueno, “es
que yo me conformo con un cinco”. Perfecto, a ver si llegas al tres.
Aquí
es cuando el alumno piensa que el profesor se hace rico vendiendo sus libros.
Craso error. Para eso hay que vender miles y miles de libros. Por decoro –los caballeros
no hablan de dinero- sólo diré que los manuales dejan escaso beneficio a su
autor y que suponen un enorme trabajo, parte de nuestra tarea docente. Además,
hablo en primera persona, recomiendo cualquier manual de mi asignatura, no
necesariamente el mío, que por cierto está por castigo en la biblioteca y pronto en
las páginas de segunda mano por cinco euros. Cualquier cosa menos los zapatos
de otro. Si encima me los colocan -publicidad en autobuses incluida- como algo
fantástico hecho por otros estudiantes, menos todavía. No puedo llevar esos
apuntes a una revisión de examen y terminan por ser un vergonzante secreto.
Y
unas líneas para los tramposos. Primero, no os quiero en mi equipo. Esto es
personal, pero es así, aunque a muchos les dé lo mismo. Segundo, copiar puede
tener consecuencias graves, desde el punto de vista disciplinario. Y tercero,
algún día tendrás que ser tú mismo, no podrás copiar en una sala de vistas o en
una oposición, y entonces te darás cuenta de lo que realmente vales. Dice
Teofrasto, un filósofo griego del s. IV a.C., que “la caradura es un
menosprecio de la reputación de uno a cambio de una ganancia miserable”. Es buen estudiante quien agota sus posibilidades de acuerdo con sus circunstancias, saque la nota que saque, y las
que le ofrece el sistema, que son muchísimas. Mucho ánimo y sepan -vuelvo al
trato profesional de Ud. y abandono el tono paternal- que también respondo dudas en verano.
Bernardo Periñán
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