La toga planchada
         Después de darle muchas vueltas, el gobernante tomó una decisión que iba a dejar a todos boquiabiertos. La situación venía torciéndose y la coalición no daba más de sí. Tenía a los senadores enfrente y necesitaba tomar el control de la opinión pública y publicada. Había pasado mucho para llegar a lo más alto y en su cabeza no estaba rendirse, sino resistir. Otros más fuertes cayeron antes, apuñalados por los suyos por ir de cara. Aprendió la lección: no conviene ir a pecho descubierto, es mucho mejor jugar con los efectos y con la buena fe de los demás. Había ensayado muchas veces el gesto y la postura, frente al espejo. No es que le gustara este juego que lo iba a convertir en el primero del nuevo régimen, pero los insultos que soportaba tenían que servir para algo. Habían sufrido los suyos, arrastraban su nombre y no sería en vano.           Ya había puesto en práctica otras jugadas de efecto, hábilmente contadas por sus corif...